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Se ha viralizado en Facebook un contenido de la web ejercitoremanente.com en el que recogen las afirmaciones falsas sobre las vacunas contra la COVID-19 de Steve Hotze, un médico de Texas (EEUU) que dirige el Centro de Salud y Bienestar Hotze de Houston. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de EEUU mandó una carta de advertencia a este médico en diciembre de 2020 por vender productos no aprobados con la excusa de que supuestamente ofrecen protección contra la COVID-19.

En el vídeo que se ha viralizado y que podemos ver en el contenido, Hotze afirma que las vacunas contra la COVID-19 son «un peligro y riesgo mucho mayor para su salud que la COVID-19”. Entre otras cosas, Hotze dice que las vacunas de ARN mensajero son una «terapia genética experimental», que no cumplen con la definición de vacuna y que pueden provocar el llamado «fenómeno ADE». Todas esas afirmaciones y otras que dice en el vídeo son falsas. Os explicamos por qué.

No es cierto que las vacunas de ARN mensajero sean una terapia genética experimental

«La llamada vacuna COVID-19 no es una vacuna en absoluto, es una peligrosa terapia genética experimental». Con esta afirmación empieza Hotze y la va repitiendo a lo largo de los 17 minutos que dura el vídeo. Hace referencia a las vacunas de ARN mensajero (o ARNm) de Pfizer y Moderna, ya que el vídeo lo publicó originalmente el 26 de febrero en su web, cuando aún no se había aprobado la vacuna de Janssen en EEUU. Pero, por un lado, las vacunas no son experimentales: todos los medicamentos y las vacunas tras aprobarse pasan por fase 4 o de estudios de seguimiento, también las del coronavirus.

Por otro, en Maldita Ciencia ya os hemos explicado que estas vacunas no pueden hacernos transgénicos ni alterar nuestro ADN. Las vacunas de ARNm introducen una secuencia de ARN con las instrucciones para producir el antígeno en nuestras células. De esta forma se entrena al sistema inmune para que reconozca los patógenos que causan enfermedades y así pueda defenderse de ellas. Lo que hacen las vacunas de ARN mensajero es, en vez de introducir en el organismo un patógeno atenuado o una parte de este, introducir las instrucciones para que sea nuestro propio organismo el que produzca el antígeno (en este caso una proteína) que desencadene la reacción del sistema inmune.

En el caso del coronavirus SARS-CoV-2, la vacuna de ARN mensajero provoca que se produzca la proteína S de la superficie del virus y así entrena a nuestro sistema inmune frente al coronavirus antes de que ocurra la infección.

Como explicó a Maldita Ciencia Lluis Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología y presidente del Comité de Ética del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), «al utilizar ARN mensajero estas vacunas le están proporcionando a las células las instrucciones para que estas fabriquen proteína S del coronavirus. Nada más. Estas moléculas de ARN mensajero son extraordinariamente lábiles [frágiles], y desaparecen muy rápidamente tras ser usadas para producir proteína S. Por eso hay que mantenerlas congeladas a tan baja temperatura».

Montoliu descartó que estas moléculas vayan «a insertarse en nuestro ADN, que sería la única manera de que nuestras células acabaran modificadas genéticamente, es decir, que se convirtieran en transgénicas. El ARN se administra, se usa y desaparece, se destruye y degrada por la propia célula, y ahí acaba su viaje«.

Las vacunas de ARNm no producen la proteína S del virus en grandes cantidades

En relación con lo anterior, Hotze dice que con las vacunas de ARNm «no hay manera de saber durante cuánto tiempo las células producirán proteínas virales o si alguna vez dejarán de producirlas» y, por consiguiente, nuestro sistema inmunológico estará «hipercargado». Pero esto no es así.

Pepe Alcamí, virólogo del Instituto de Salud Carlos III aclara que las vacunas «no inducen la proteína espiga (spike o S) en grandes cantidades«. Lo que hace el ARNm es enseñar a las células a producir la proteína S que el sistema inmune aprende a reconocer. Después, el ARNm de la vacuna se degrada y «al desaparecer el mensajero, la proteína no puede sintetizarse«, explica Alcamí. Es decir, el cuerpo deja de producir más proteína S. El ARNm de la vacuna dura muy poco, «persiste el tiempo suficiente – unos pocos días – para inducir una respuesta inmune».

De hecho, la Agencia Europea del Medicamento (EMA), en su recomendación para autorizar la comercialización de vacuna de ARN de Moderna, también indica que el ARN mensajero de la vacuna no permanece en el cuerpo:

«Cuando una persona recibe la vacuna, algunas de sus células leerán las instrucciones del ARNm y producirán temporalmente la proteína de pico. El sistema inmunológico de la persona reconocerá esta proteína como extraña y producirá anticuerpos y activará las células T (glóbulos blancos) para atacarla. 

Si, más adelante, la persona entra en contacto con el virus SARS-CoV-2, su sistema inmunológico lo reconocerá y estará listo para defender al cuerpo contra él.

El ARNm de la vacuna no permanece en el cuerpo, se descompone poco después de la vacunación.«

No es cierto que las vacunas de ARNm no sean vacunas según los CDC

Hotze también afirma en los primeros minutos del vídeo que la vacuna contra la COVID-19 no cumple con la propia definición de «vacuna» de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC): «Un producto que estimula el sistema inmunológico de una persona para producir inmunidad a una enfermedad específica, protegiendo a la persona de esa enfermedad».

Pero los CDC indican en su web que las vacunas de ARNm son «vacunas contra la COVID-19 que están autorizadas y son recomendadas». Y explican que las vacunas aprobadas «ayudan a nuestro organismo a desarrollar inmunidad contra el virus que causa el COVID-19 sin que para ello tengamos que contraer la enfermedad».

Además, Hotze dice que la vacuna «no previene la propagación de la enfermedad«. En Maldita Ciencia ya os hemos explicado esto. «Es posible que una persona vacunada se infecte y, potencialmente, podría contagiar a otras personas«, explica Sonia Zúñiga, viróloga e investigadora de coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). ¿Por qué? Esto se debe, según la experta, a que las vacunas protegen de la enfermedad (la COVID-19), pero a día de hoy no sabemos si protegen de la infección por SARS-CoV-2. En su web de preguntas y respuestas el Ministerio de Sanidad explica lo mismo y afirma que «esto se irá conociendo a medida que se vaya vacunando a la población».

Las vacunas sí se han probado en el ser humano antes de comercializarse

Hotze dice que las vacunas «fueron aprobadas sin ninguna publicación de estudios en animales y sin estudios en humanos a largo plazo» y que esto convierte a quienes la reciben en «conejillos de indias«. Pero las vacunas de ARNm sí se han probado en investigaciones con animales (como este o este). Además, las vacunas se han probado en humanos antes de aprobarse y comercializarse.

Las vacunas tienen que someterse a unas fases de investigación antes de que sean aprobadas, incluyendo las fases de testeo con pacientes (fases clínicas 2 y 3). En estas etapas se utiliza la técnica del doble ciego: a unos pacientes se les suministra un placebo y/o el fármaco de referencia y, a otros el fármaco, y ni los pacientes, ni los médicos saben quién pertenece a qué grupo hasta el final. Una vez finalizadas estas fases, «los investigadores tienen que explicar cuáles son los métodos de fabricación del medicamento y las instalaciones donde se podría llevar a cabo y lo presentan a las autoridades (la europea, la estadounidense y la japonesa son las tres más importantes), y ellas deciden si la información recopilada es suficiente para comercializar o no”, como indicó el experto de ensayos clínicos Roger Solanas a Maldita.es.

Finalmente, existe una última fase de experimentación clínica, llamada Fase 4: el medicamento está ya en comercio y se utiliza a gran escala. El objetivo de esta fase es monitorizar los efectos secundarios del fármaco, sobre todo los más raros, que pueden observarse sólo cuando el medicamento es utilizado a gran escala.

En esta fase se encuentran las vacunas comercializadas y autorizadas por las autoridades sanitarias contra el coronavirus, pero por esta fase pasan todas las vacunas y medicamentos tras ser aprobados. Lo dice AEMPS: la fase 4 examina los efectos a largo plazo una vez el medicamento se ha comercializado.

Además, en este artículo te contamos cómo y por qué se han desarrollado tan rápido las vacunas contra el coronavirus.

No hay evidencias de que las vacunas de ARNm frente a la COVID-19 provoquen el «fenómeno ADE»

En el vídeo, Hotze continúa diciendo que la vacuna puede empeorar las infecciones porque puede desencadenar el fenómeno de facilitación dependiente de anticuerpos, conocido como fenómeno ADE, y que «el tratamiento es peor que la enfermedad». Pero no hay evidencias de que sea así.

Según nos explica el virólogo Pepe Alcamí, el fenómeno ADE consiste en que los anticuerpos podrían unirse al virus y facilitar la infección de las célulasEn este artículo te explicamos más en detalle su funcionamiento. Pero, según el experto, no se ha identificado este fenómeno en el caso de la COVID-19.

«No se ha documentado ni visto ningún caso. Tampoco la gravedad de la enfermedad se ha podido asociar con este fenómeno«, asegura Alcamí. Del mismo modo, la catedrática de Inmunología África González, de la Universidade de Vigo, explica que no se ha detectado el fenómeno ADE con la COVID-19 ni tampoco en las personas ya vacunadas.

Las notificaciones de reacciones adversas a las vacunas no son efectos secundarios probados

Hotze también habla sobre los «efectos adversos» de la vacuna, diciendo que en el primer mes de uso de la vacuna se documentaron más de 40.000 «reacciones adversas» en EEUU, «incluidas miles de reacciones anafilácticas y problemas neurológicos graves”. También afirma que, a fecha del 14 de febrero, se habían registrado 934 muertes de personas que habían recibido la vacuna. Pero las vacunas son seguras y efectivas, como señalan también los CDC.

En Maldita.es ya os hemos explicado que los sistemas de farmacovigilancia monitorizan los efectos de la vacuna frente a la COVID-19. En el caso de EEUU, existe el Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS). En este sistema se registran notificaciones de cualquier evento adverso que haya ocurrido tras la vacunación «incluso si no está claro si la vacuna fue la que causó el problema«, como explican los CDC en su web.

Los datos que aporta Hotze coinciden con los del VAERS. Si hacemos una consulta de estos datos a través de la herramienta de búsqueda WONDER de los CDC vemos que en el primer mes de uso, entre diciembre de 2020 (cuando se aprobaron las vacunas de Pfizer y Moderna) y enero de 2021, hubo 47.232 eventos notificados. En cuanto a los fallecimientos, entre diciembre y febrero (Hotze dice que su dato es hasta el 14 de este mes) hubo 1.257 notificaciones de muertes.

Pero que exista una notificación de un evento adverso no quiere decir que sea la vacuna la que lo ha causado, no es un efecto secundario probado. De hecho, cualquiera puede enviar una notificación, no sólo los sanitarios. Así lo explican en la web del VAERS: «Por lo general, un informe en VAERS no prueba que las vacunas identificadas hayan causado el evento adverso descrito. Solo confirma que el evento informado ocurrió algún tiempo después de que se administró la vacuna».

Además, según los CDC, hasta la fecha el sistema VAERS no ha identificado «patrones en causas de muerte que puedan indicar un problema de seguridad con las vacunas contra el COVID-19».

En cuanto a los casos anafilaxia, los CDC explican que esta reacción alérgica se puede presentar tras la aplicación de cualquier vacuna. En el caso de la vacuna contra la COVID-19, es muy poco frecuente y se dan de 2 a 5 casos por cada millón de personas vacunadas en EEUU. «Este tipo de reacción alérgica casi siempre se produce dentro de los 30 minutos posteriores a la vacunación. Afortunadamente, los proveedores de vacunas tienen medicamentos disponibles para tratar de manera inmediata y efectiva a los pacientes que sufren anafilaxia después de vacunarse», aclaran los CDC.

La ivermectina y la hidroxicloroquina no son tratamientos aprobados contra la COVID-19

Hacia el final del vídeo Hotze apunta que «el uso de ivermectina e hidroxicloroquina puede prevenir con seguridad y tratar la infección por COVID-19».

En el primer caso, el de la ivermectina, la FDA aclara que no es un tratamiento aprobado en EEUU frente a la COVID-19. «Las tabletas de ivermectina están aprobadas en dosis muy específicas para algunos gusanos parásitos, y existen formulaciones tópicas (en la piel) para los piojos y afecciones de la piel como la rosácea. La ivermectina no es un antiviral (un medicamento para tratar virus)», aclaran. Además, advierten de que tomar grandes cantidades de este medicamento puede ser peligroso.

En Europa, la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) desaconsejó el uso de este medicamento para tratar la COVID-19 el pasado 22 de marzo: «La EMA ha revisado la evidencia más reciente sobre el uso de ivermectina para la prevención y el tratamiento de COVID-19 y concluyó que los datos disponibles no apoyan su uso para COVID-19 fuera de ensayos clínicos bien diseñados

En cuanto al segundo caso, la hidroxicloroquina, la Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconsejó su uso para prevenir la COVID-19 el pasado 2 de marzo. De hecho, según la OMS, no existe un tratamiento específico para la COVID-19.

El vídeo de Steve Hotze también ha sido desmentido por AFP Factual, miembros del International Fact-Checking Network (IFCN) del que también forma parte Maldita.es. El doctor Jason McKnight, profesor asistente clínico de la Facultad de Medicina de Texas A&M, dijo a AFP Factual que «múltiples estudios han demostrado que la hidroxicloroquina no solo no previene ni trata la COVID-19, sino que puede haber efectos adversos por el uso de medicamentos, y tomarlos puede causar más daño que beneficio«.