En Facebook, una médica llamada Viviane Brunet expone mediante un video afirmaciones falsas sobre la COVID-19 y las vacunas de uso de emergencia contra esta enfermedad, particularmente de aquellas que utilizan la plataforma ARN mensajero (ARNm). El material audiovisual, publicado el 28 de abril de 2021, contiene más 700 reproducciones y 600 compartidos por los usuarios en la red social.
La COVID-19 no tiene un tratamiento específico que garantice la cura de pacientes
Brunet afirma que la vacunación no se justifica porque la COVID-19 “es una enfermedad que tiene tratamiento”. Pero esto no es exacto.
Según indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), no hay un medicamento específico para prevenir o tratar la infección por el nuevo coronavirus. Sin embargo, “es necesario atender adecuadamente a las personas infectadas por este virus para aliviar y tratar los síntomas, y procurar medidas de apoyo optimizadas a los que presenten síntomas graves”.
En esa línea, Godofredo Talavera, presidente de la Federación Médica Peruana (FMP), explicó a Verificador de La República que los únicos tratamientos para los pacientes graves y hospitalizados son el oxígeno medicinal y los corticoides, respectivamente. Agregó que en algunos casos se puede usar los antibióticos siempre que se haya demostrado una infección.
Para el especialista, estos tratamientos no garantizan la reducción del número de fallecidos y de casos nuevos, como sí lo hace la vacunación en países como Israel, Emiratos Árabes y otros que han logrado inmunizar a la mayor parte de su población.
Talavera sostuvo que los actuales tratamientos, como los antiinflamatorios y antipiréticos, en casos ambulatorios, tampoco aseguran que estos pacientes no pasen a un estado grave. Deslizó que esta enfermedad se trata caso por caso y dependerá de “la cantidad de virus con que uno se infecta y también de la respuesta de cada organismo”.
“Hay pacientes que hacen un compromiso de 40% o 50% y fallecen, y hay otros que hacen 80% o 90% y sobreviven. Entonces depende, como en toda infección de la parte genética, la parte de la herencia, las condiciones de algunas enfermedades que influyen negativamente como la hipertensión, la diabetes, la obesidad severa. Sin embargo, todo no es igual. Por más que se diga que es una enfermedad de adultos, se ha visto que hay muchos jóvenes, incluso niños, que fallecen, algunos sin una condición agravante”, sentenció.
En octubre de 2020, el Ministerio de Salud (Minsa) informó que “no existe un tratamiento específico para combatir el virus” y que la principal recomendación en pacientes hospitalizados “es el oxígeno medicinal y, de acuerdo a la evolución médica, corticoides, antibióticos y anticoagulantes”.
Como lo hemos señalado en una verificación anterior, las vacunas son de carácter preventivo, no curan. Las actuales vacunas contra la COVID-19 solo han demostrado eficacia para reducir los casos graves y las muertes por esta enfermedad.
La vacuna de ARN mensajero no es una terapia génica
La médica también dice que “es la primera vez que se usa el ARN mensajero como terapia génica en una vacuna en la historia de la medicina”. En efecto, este tipo de vacuna es nueva, pero no es desconocida porque ha estado en investigación por décadas, como lo afirma la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
“La terapia génica es una técnica experimental para tratar enfermedades mediante la alteración del material genético del paciente. Con mucha frecuencia, la terapia génica consiste en la introducción de la copia sana de un gen defectuoso en las células del paciente”, define National Human Genome Research Institute.
Sin embargo, en varios artículos de Verificador (1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7), expertos como Juan More Bayona, PhD en Inmunología comparada, y Enrique Cornejo Cisneros, máster en Ciencias con mención en Investigación Clínica, han desmentido que estas vacunas modifiquen o alteren el ADN humano. Así también, los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos resaltan que estas inyecciones “no afectan nuestro ADN ni interactúan con él de ninguna forma”.
El argumento recae en que el ARNm nunca ingresa al núcleo celular —que es donde está nuestro ADN (material genético)— y, además, la célula se deshace del ARNm al poco tiempo de haber terminado de usar sus instrucciones específicas.
Según los CDC, las vacunas de ARNm buscan que nuestras células produzcan una porción inocua de la proteína Spike (aquella que se encuentra en la superficie del virus) para generar respuesta inmunitaria y que el organismo cree anticuerpos, como sucede cuando se produce una infección natural contra la COVID-19. Una similar descripción la hace la revista Nature sobre vacunas de ARNm.
Así también, los investigadores Juan Manuel Jiménez y Ana María Ortega-Prieto, de King’s College London, sostuvieron en la revista The Conversation que tampoco el ARNm de esta vacuna puede integrarse con el ADN si es que supuestamente llegara al núcleo.
“Imaginemos que este ARN es capaz de viajar al núcleo y ponerse frente a frente con nuestro genoma. Tampoco pasaría nada porque la secuencia de ARN mensajero usada en la vacuna no puede integrarse en el genoma. Para ello, el ARN tendría que convertirse en ADN, lo cual solo es posible mediante una enzima especial denominada transcriptasa reversa”, especifican. Sin embargo, explican que esta enzima es muy específica y requiere de condiciones muy especiales para funcionar, y que el ARNm de la vacuna no contiene.
Las vacunas pueden producir efectos secundarios leves y comunes
Asimismo, Brunet afirma en el video que las reacciones inmediatas de las vacunas “pueden causar la muerte por anafilaxia”. Además, menciona que las reacciones a corto plazo provocarían trombos, una respuesta inmune exagerada, infartos, accidentes cerebrovasculares, mielitis transversa, meningitis, síndrome de Guillain Barré, que “dejan incapacitado de por vida a la persona”. Agrega también que a largo plazo causarán enfermedades autoinmunes.
Sin embargo, esto no es verdad. Consultado por Verificador en marzo de 2021, Erika Castillo, PhD en Ciencias Médicas y fundadora de Cienciagenerika, explicó que las actuales vacunas contra la COVID-19 han cumplido ciertas condiciones para su autorización de uso de emergencia: a) que se encuentren en la fase 3, b) que reporten datos de estudios validados sobre eficacia (la capacidad de “desarrollar una respuesta inmune”), c) que los riesgos no sean severos y d) que la enfermedad no presente un tratamiento probado para COVID-19.
Sostuvo que si alguna vacuna habría comprometido el organismo de la persona al punto de matarla, “definitivamente” no se aprobaría. Para la especialista, el criterio es que el efecto de alguna vacuna esté “dentro de lo esperado”, es decir, que se haya presentado antes y que el riesgo no sea mayor a los efectos de la propia enfermedad.
Castillo indicó que todos los tratamientos e intervenciones médicas, como las vacunas, pueden producir efectos secundarios: dolor, picazón, fiebre o un shock anafiláctico, el cual es una respuesta exagerada e inmediata de un organismo alérgico o muy sensible a cierto medicamento. No obstante, precisó que estas reacciones están más asociadas a la respuesta del organismo de una persona que a la vacuna en sí, porque no todas los vacunados producen estos efectos.
En ese sentido, recomendó que las personas con cáncer o enfermedades relacionadas con el sistema inmunológico deben tener ciertas consideraciones antes de inmunizarse.
En otra verificación, José Luis Aguilar, jefe del Laboratorio de Inmunología de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH), explicó que las vacunas no causan daños en el sistema inmune, sino beneficios. Incluso, el vacunólogo José Antonio Navarro, consultor honorario del Ministerio de Sanidad de España, dijo que la respuesta inmune que generan las vacunas parece ser superior a la que se obtiene tras contraer el SARS-CoV-2 de manera natural.
Asimismo, en una publicación de marzo de este año en The Conversation, las investigadoras científicas Matilde Cañelles y María Jiménes señalaron que las vacunas de Pfizer-BioNtech, Moderna, Johnson & Johnson y AstraZeneca-Oxford pueden provocar efectos secundarios muy similares que no son distintos a los observados en las vacunas que recibimos desde que nacemos. Las especialistas confirman que estas inyecciones son seguras y pueden reducir los casos graves, los ingresos en UCI y muertes.
Además, los CDC comunican que estas notifican efectos secundarios leves y comunes: en la zona de la inyección se puede experimentar hinchazón, dolor o enrojecimiento, y en el cuerpo se puede sentir cansancio, dolor de cabeza, fiebre, náuseas, entre otros. Advierte que no son permanentes y suelen desaparecer a los pocos días.
Una similar lista de reacciones están contempladas en un informe del Ministerio de Salud (Minsa) sobre la vacuna de Sinopharm, en el que tampoco se reporta “reacciones adversas severas”. Esta inyección recientemente recibió la autorización de uso de emergencia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
¿Quién es la médica Viviane Brunet?
De acuerdo con su perfil en Facebook, Viviane Brunet Meza es una médica ginecóloga de la ciudad de Monterrey, en México. Desde el año 2020, ella viene promoviendo en redes sociales (1 y 2) el uso del dióxido de cloro para casos de COVID-19.
El portal web Omnia Noticias reporta que Brunet es parte de la COMUSAV (Coalición Mundial Salud y Vida), una asociación internacional encabezada por el alemán Andreas Kalcker, principal promotor del empleo del dióxido de cloro para tratar y prevenir la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.
En Verificador hemos determinado que no existe evidencia científica del uso de dióxido de cloro en humanos como tratamiento del coronavirus y que su consumo puede ser perjudicial en las personas (1, 2 y 3). Hasta el momento, organismos de salud, como la OPS, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos, el La Secretaría de Salud de México y el Ministerio de Salud del Perú no recomiendan su empleo en casos de esta enfermedad y advierten sobre sus efectos adversos.
Conclusión
La COVID-19 no tiene un tratamiento específico que garantice la cura o recuperación del paciente. Las vacunas de ARNm no son terapias génicas porque no modifican ni alteran el ADN. En general, las vacunas tampoco generan reacciones graves que ponen en riesgo la salud de las personas. Por ello, calificamos las afirmaciones de Brunet como falsas.